El folklore no debe considerarse
como una excentricidad, una rareza o algo pintoresco, sino como una cosa muy
seria que hay que tomarse en serio. Sólo así la enseñanza del folklore será más
eficaz y propiciará realmente la emergencia de una nueva cultura.
Antonio
Gramsci, 1931.
Juan
Alfonso Carrizo, 1952.
El diccionario de la
Real Academia de la Lengua Española define la palabra folclore
(castellanización de folklore) como: “Conjunto de costumbres, creencias,
artesanías, canciones, y otras cosas semejantes de carácter tradicional y
popular”[1]. Esta
definición, un tanto ambigua, responde a la suma de cambios que ha tenido el
concepto desde su creación en el año 1846 (Coluccio & Coluccio 1999).
Tal como señalan Felix
y Susana B. Coluccio, grandes estudiosos del tema en Argentina:
Felix Coluccio |
El
Folklore surge como ciencia a mediados del siglo XIX a raíz de los trabajos del
inglés William Thoms, quien el 22 de agosto de 1846 crea el vocablo FOLKLORE en
la revista especializada “The Athenaeum”. La palabra Folklore está compuesta
por dos vocablos anglosajones: folk y
lore. Folk, equivale a pueblo y
lore, saber. Prácticamente, lo que el
pueblo sabe. Conviene aclarar que pueblo
en este caso no tiene sentido político y se entendería mejor si decimos vulgo,
y nos referimos especialmente a lo que este sector social ha aprendido y
transmitido sus conocimientos por tradición oral, empíricamente, etc., siendo
por lo tanto opuesto a lo institucionalizado, a lo oficialmente impuesto, a lo
estatal, etc. (Coluccio & Coluccio 1999: 294)
Esta discusión en torno
al folk ha tomado distintos caminos, siendo incluso tema de investigación de la
Antropología. Sin embargo, se aleja un tanto del origen del concepto.