martes, 8 de octubre de 2019

Performance y Folklore: El habla del sujeto subalterno[1]



Este escrito nació tras la lectura del texto “¿Puede hablar el sujeto subalterno?” de Gayatri Spivak (1998). Respondiendo esta pregunta mediante el análisis y estudio de la performance y el folklore. Comenzaremos por discutir sobre la voz del sujeto subalterno, para luego continuar con algunas revisiones teóricas sobre la performance y el folklore. A continuación, daremos algunos ejemplos del habla subalterna para terminar con algunas reflexiones sobre el tema. La actual versión no espera ser un texto exclusivamente académico, sino que me tomaré ciertas libertades que nos entrega la escritura en un blog. Dicho esto, entremos en materia…

I.                    Sobre la voz del sujeto subalterno.

Partiremos desde el supuesto de que existe una violencia epistémica que es “ese proyecto de orquestación remota, de largo alcance y heterogéneo para constituir al sujeto colonial como Otro” (Spivak, 1998: 12-13). Según explica esta autora, la violencia epistémica no se ejerce exclusivamente dentro de la Urbe, como plantea Focault, sino que también se ejerce desde la urbe a sus periferias, conformando distintos tipos de sujeto colonial y distintos centros y periferias dentro de un sistema global (Spivak, 1998). Es en este contexto que Spivak (1998) se plantea la pregunta respecto del habla del sujeto subalterno y, si bien la autora concluye que “El individuo no puede hablar (…) La representación no se ha marchitado” (Spivak, 1998: 44); nos presenta el caso de las satis, viudas en la India Colonial, quienes se auto-inmolaban a modo de protesta, lo que constituiría una forma de manifestación en busca de esa voz negada en su condición de sujetas subalternas. Según nos cuenta la autora:
La palabra [Sati] en numerosas lenguas de la India significa “el arder de sati” (es decir, de la “buena esposa”), quien así escapa a la inmovilidad regresiva de la viuda en brahmacarya. Esto ejemplifica la hiper-marcación de etnia, clase y diferencia sexual en toda la situación. Pero tal vez esta sobre-determinación sólo puede ser percibida cuando se lleva a la parodia de sí misma, al mostrar cómo se impone sobre algunas mujeres una compulsión ideológica más extensa en el acto de provocar la identificación, dentro de la práctica discursiva, de la virtud de “buena esposa” con la auto-inmolación en la pila del marido. En la otra cara de esta constitución del objeto, la abolición de aquello que justamente daría la ocasión para el establecimiento de una buena sociedad en la India, que va más allá de una sociedad puramente de buenas costumbres, es lo que estoy tratando de debatir, en tanto implica la manipulación hindú de la constitución del sujeto mujer (Spivak, 1998: 40, énfasis del original).

"Sujeto subalterno ideal"
 Performance de Camilo Leiva, fotomontaje de Emilia Deschamps Leiva

Esto nos recuerda a lo que nos señala el gran pensador italiano Antonio Gramsci, para quién los sujetos subalternos pueden dejar su voz en “relatos fragmentados (…) [escritos] en sus propios términos y [al] no dejar nunca de analizar la relación simultánea de estas realidades locales con el mundo” (Crehan, 2004: 147). Esta escritura subalterna también es resaltada por Gayatri Spivak, quien nos señala: “el suicidio de Bhuneswari Bhaduri es una escritura subalterna, sin alharaca y ad hoc, del texto social del suicidio como sati, pero, al mismo tiempo, es también el relato hegemónico de esa Durga, destellante, luchadora y familiar” (1998: 43). Podemos notar que el sujeto subalterno es capaz de registrar su voz mediante su corporalidad, y siempre en constante diálogo y recreación gracias a su relación directa con el ente hegemónico que ejerce la violencia epistémica. Podemos decir así, que el sujeto subalterno escribe mediante su actuar, mediante manifestaciones realizadas a partir de su corporalidad, en términos que sólo entienden los sujetos subalternos, lo que conlleva una desobediencia epistémica, en el sentido que nos la explica Walter Mignolo (2010), en donde los sujetos subalternos generan sus propias vías de expresión, pasando por alto la violencia epistémica que le es ejercida desde los centros, desde las urbes o por el mismo sistema colonial.

Este lenguaje subalterno se ve, al igual que el mito como historia sagrada, a decir de Fidel Sepúlveda:
Proyectado a nuestro ámbito cultural, como que hay un entrevero, colisional, entre una realidad visible [la impuesta por la hegemonía] y una invisible [la realidad subalterna]. Una que aparece protagonizando la historia y otra que subyace en una intrahistoria que se sumerge en algo que podríamos llamar transhistoria, cuyos ritmos no coinciden, porque mientras uno es un movimiento pendular, el otro es un movimiento de lento giro del dial, detrás de ese sentido transconsciente que guía, a los pueblos y que los salva de los caprichos de la Historia en muchos casos. Una fuerza la protagoniza, lo racional (…) que intenta estructurar aquella realidad mediante la aplicación más o menos ceñida de visiones foráneas [hegemónicas]. La otra actúa desde un trasfondo mítico, y está constituida por un saber ancestral [subalterna] (Sepúlveda, 2010: 23).

Es en la intrahistoria, en aquella que actúa desde un trasfondo mítico y que se ha transmitido de generación en generación, que la voz de los sujetos queda escrita.



II.                Sobre la performance.

Pero, ¿qué es escribir con el actuar? Bajo la mirada de Diana Taylor esto sería performance, puesto que esta es “un sistema de aprendizaje, almacenamiento y transmisión del saber. (…) [Lo que nos permite] ampliar este conocimiento” (2015: 51). Este tipo de aprendizaje se transmite de generación en generación, y se va constituyendo en una memoria colectiva o, en palabras de Taylor (2015), en un repertorio que se va reinventando y escapa a las lógicas archivísticas, lo que a su vez constituye una forma de resistencia contra las formas hegemónicas de transmisión del conocimiento. Así mismo, para Gomez-Peña (2005), la performance es necesariamente contestaria, y debe reinventarse constantemente, no por un tema de novedad, sino que por las distintas contingencias en que ésta se enmarca. Según explica este autor, existe una necesidad de decir cosas mediante el cuerpo, que en un tiempo ritual, se transforma y transgrede distintas barreras establecidas por el sistema, y que son cuestionadas. En palabras de este autor:

[N]osotros somos lo que otros no son, decimos lo que otros no dicen, y ocupamos espacios culturales que, por lo general, son ignorados o despreciados. Debido a esto, nuestras múltiples comunidades están constituidas por refugiados estéticos, políticos, étnicos y de género (Gomez-Peña, 2005, p.203).

La performance, bajo esta mirada, se vuelve necesaria para tensionar lo considerado como normal, mediante la utilización del cuerpo, y así poder generar en el público una reacción o reflexión, siempre en busca de la libertad, y con el fin último de descolonizar los cuerpos (Gomez-Peña, 2005). He ahí la importancia de la performance, puesto que permite escapar de los cánones establecidos, y dar voz a aquellos individuos comúnmente silenciados o invisibilizados. Aunque cabe destacar que Gomez-Peña (2005) entiende el arte del performance, como un arte dentro de un espacio y tiempo específico, distinto a la performance de Diana Taylor (2015), para quién ésta es una forma de conocimiento.
En suma, es en la performance constituida en repertorio que permite a los sujetos subalternos escribir en su voz en la historia, expresarse mediante sus distintas manifestaciones que son transmitidas de generación en generación, y que son reinterpretadas constantemente según la contingencia. La intrahistoria que nos propone Fidel Sepúlveda (2010) dialoga con la historia oficial mediante la performance, la realidad invisible se hace visible, generando una desobediencia epistémica (Mignolo, 2010) que contraataca la violencia epistémica con que la hegemonía actúa sobre los sujetos subalternos (Spivak, 1998).

III.              Sobre el folklore.

Hasta aquí hemos visto como la performance le permite a los sujetos subalternos escribir su voz en la intrahistoria siendo transmitida y reinterpretada, pero ¿dónde queda esta voz escrita corporalmente?, ¿cómo llega la voz de los sujetos subalternos a sus descendientes?, ¿cómo se transmite la intrahistoria para que continúe dialogando con la historia?

Para Gramsci, el folklore es el campo, por excelencia, de la subalternidad (Crehan, 2004), puesto que es ahí donde queda escrita la memoria de los sujetos subalternos. En el folklore queda escrita aquella voz negada, transmitida, reinterpretada, siempre a modo de intrahistoria y pocas veces como historia. El folklore permite al sujeto subalterno manifestarse y he ahí su importancia. Al respecto Gramsci nos señala:
El folklore no debe considerarse como una excentricidad, una rareza o algo pintoresco, sino como una cosa muy seria que hay que tomarse en serio. Sólo así la enseñanza del folklore será más eficaz y propiciará realmente la emergencia de una nueva cultura entre las grandes masas populares y desaparecerá la separación de la cultura moderna [entendida como hegemónica] y cultura popular o folklore (Gramsci, citado en Crehan, 2004: 131)

Es en el estudio del folklore, entonces, que podemos encontrar la escritura subalterna como elemento que incluso, puede ayudar a las “grandes masas populares” a nivelar las diferencias entre el poder hegemónico y la subalternidad invisibilizada. De este modo, debemos revisar las principales teorías sobre el folklore, para poder entender cómo en el queda escrita la voz subalterna.

Carlos Vega, musicólogo y folklorólogo argentino nos dice que no es lo mismo el folklore que “lo popular”, lo popular es aquello en boga, aquello que se difunde fuertemente entre la población como la música que se transmite por radios, o “mesomúsica” (1997), por ello, podemos hablar de lo popular como los “mesofenómenos”, a partir de esto hacemos la distinción con el folklore, a mi juicio personal, la mesomúsica es parte del sistema hegemónico, pues responde al mercado de la música. Volviendo al concepto de folklore Vega, hablando sobre la amplitud de éste, nos señala: “En América latina la mayoría piensa que el Folklore [como ciencia] se ocupa de la música y los bailes con fines artísticos” (1960: 9). De esta forma, Vega denuncia que en América Latina el folklore sigue siendo entendido como algo excéntrico o pintoresco (Gramsci, en Crehan, 2004), ante lo cual propone un objeto de estudio específico: “La Ciencia del folklore observa de modo general, todos los bienes de los grupos folk [o subalternos], pero se consagra especialmente a las supervivencias, porque traen un mensaje antiguo” (Vega, 1960: 96). Este mensaje antiguo que traen las supervivencias en los bienes del folk, son las voces de los sujetos subalternos que han construido su saber, el folklore, a través de generaciones, siempre reinterpretándose y volviendo a tener vigencia y, por ende, persisten al paso del tiempo.

A lo propuesto por Vega, podemos sumar lo propuesto por el también folklorólogo y musicólogo argentino, Augusto Raúl Cortázar, quien señala:
El folklore es siempre funcional, pues se identifica con la vida material, social y espiritual de la comunidad (...). El fenómeno folklórico se configura cuando concurren lo que podría llamar las coordenadas del proceso: la horizontal de su colectivización empírica entre los componentes de una comunidad en un momento dado, y la vertical de su persistencia a través del tiempo (1959: 16-17).  

El folklore, entonces, será siempre colectivo y responderá a las dinámicas de las comunidades subalternas, pues en este escriben sus voces para la intrahistoria que se mantendrá en el inconsciente de los sujetos subalternos, definiendo bien un objeto de estudio para así poder entender el habla subalterna.

Ya finalizando esta sección dedicada al folklore, y antes de pasar a los distintos ejemplos del folklore chileno que daremos, debemos agregar la posición de Bruno Nettl sobre la música folklórica. Este destacado investigador y etnomusicólogo nos señala:
Toda música es obra de individuos (...). [S]e pueden utilizar varios criterios [para definir la música folklórica], pero cualquiera de ellos aplicado por separado es insatisfactorio. Lo principal es el de la transmisión oral. En su entorno natural, la música folklórica no se escribe, por consiguiente, sus composiciones dan lugar a variantes, y raramente se conoce la forma original de la canción folklórica. La música folklórica puede nacer en cualquier parte, pero lo más frecuente es que sea obra de músicos no profesionales y sin preparación y que la interpreten cantantes o instrumentistas con poca o ninguna base teórica. (...) las culturas folklóricas y ágrafas tienen de hecho historia musical: permiten que su música evolucione [como el repertorio según Taylor], que se introduzcan alteraciones en sus obras y que se renueve su repertorio (Nettl 1985: 22-23).

Con esta definición de Nettl sobre la música folklórica, volvemos nuevamente al concepto de performance como portador de memoria, y podemos notar que releva también la capacidad de reinvención del folklore, aquella permanente evolución de los repertorios performáticos que adquieren nuevas significaciones en cada nuevo contexto. Si bien, Nettl resalta que toda obra musical tiene un autor, tanto Vega (1960) como Cortázar (1959), señalan que éste se pierde en el tiempo, ya que su composición identifica a la comunidad, quien se apropia de dicha obra, transformándola, modificándola, adoptándola y adaptándola para así volverla anónima. Una vez anónima, esta composición pasa a formar parte del repertorio de la comunidad subalterna, quien, mediante las modificaciones, ha impreso su voz en ella.

IV.              Algunos ejemplos.

A continuación revisaremos algunos ejemplos de cómo la voz de los sujetos subalternos ha quedado inscrita dentro del repertorio de la cultura tradicional chilena.

Tres cuecas, entre denuncia y queja.

En el pueblo de Curicó
Hubieron dos criminales
Uno rico y otro pobre
Delincuentes por iguales

Uno como era rico
Quedó con grillos,
El pobre por ser pobre
Pasó al banquillo

Pasó al banquillo sí,
Lo que es la plata,
Que a las leyes de Chile
Las desbarata

Anda, y lo que es la plata
Las desbarata.



Esta primera cueca, cuyo nombre es el primer verso de la copla, fue aprendida por Margot Loyola y Osvaldo Cádiz de don Raúl Ortega en el fundo El Carmen en Codegua, sexta región de Chile. Raúl Ortega la aprendió por tradición, en un proceso de enculturación como gran parte de las cantoras y cantores campesinos. Fue grabada por el Conjunto Palomar en el disco “Bailes populares en Chile de ayer y de hoy”, y también entregada por la dupla Loyola-Cádiz para mi repertorio personal, junto con muchos que pasamos por el conjunto. La letra es una denuncia directa de las diferencias que realiza la justicia chilena en base a la diferencia de clases. Su texto puede ser reinventado hasta hoy recordándonos, entre otros, el caso de Martín Larraín o el de Arturo Vidal, cuya posición social marcó claramente sus penas por conducción en caso de ebriedad con accidentes incluidos, e incluso con una víctima en el caso de Larraín. Vemos que este texto se puede reinterpretar, readquiriendo vigencia, como todo repertorio que le da habla a los sujetos subalternos, pudiendo sobrevivir a lo largo del tiempo gracias a su contenido.

La Pobre

Un negro que yo quería
Por pobre me despreció
Como el rico, es pretencioso
Y una rica mereció

No te rías, negrito
Del verme pobre
Porque la rica es rica
La pobre es pobre

La pobre es pobre, sí
Rico en mansura
Porque también hay ricos
De poca dura

Anda rico en mansura
De poca dura

Esta cueca, titulada “La pobre”, fue entregada por Hilda Silva a Margot Loyola y Osvaldo Cádiz en El Tambo, en el año 1972 (Loyola & Cádiz, 2010). Su letra es una queja por la influencia de las clases sociales en los temas amorosos. Doña Hilda la aprende por tradición oral, por lo que suponemos que fue mucho el tiempo transcurrido entre la composición y la recopilación de este tema. Cabe destacar el uso de “mansura” por gran cantidad, como en el habla popular actual cuando se dice “manso” con el mismo sentido. Podemos notar la queja y la denuncia unidas en esta cueca, que en su momento tuvo mucha popularidad en la zona del norte chico.

Hasta cuando seré pobre
Que (si) mi trabajo no vale
Me pongo a sembrar pimientos
Cosechamos solo “adres

Y al otro lado del “rido
Tengo sembrado
De azucena y pimienta
Canela y clavos

Canela y clavos, sí
Siembro corales
Para que se diviertan
Los arenales

Anda siembro corales
Los arenales

Esta tercera cueca, titulada como su primer verso, fue enseñada a Margot Loyola y Osvaldo Cádiz por doña Pascuala Henríquez en Illapel el año 1970 (Loyola & Cádiz, 2010). Su copla es una queja directa por el exceso de trabajo y la poca recompensa. Al decir que cosecha solo “adres”, se refiere a que cosecha aires, dejando explicita esta queja. Al igual que las dos cuecas anteriores, esta fue aprendida por su informante gracias a la tradición oral, por lo que su autor está perdido en el tiempo, a lo que agregamos que el uso de las palabras “adres” y “rido”, por río, nos señalan que ha pasado por el proceso de adopción y adaptación, puesto que se agregan palabras de uso popular por sobre las palabras originales. No es de extrañar que tanto esta cueca como la anterior hayan sido enseñadas a la dupla de folkloristas a comienzos de la década de los ‘70s, puesto que en aquellos años Chile se encontraba bajo el mando de Salvador Allende, a quien los sectores populares brindaron mucho apoyo, puesto que por fin sus voces, como sujetos subalternos, eran escuchadas sin ser censuradas por los poderes hegemónicos. Sin embargo, al haber sido aprendidas por tradición oral, nos revelan su antigüedad en el tiempo, lo que implica una existencia diacrónica que ha permitido a distintos sujetos subalternos, de Codegua, El Tambo e Illapel respectivamente, expresarse y dejar su voz escrita en este repertorio musical, cuya performance solía ser en las distintas fiestas campesinas en donde eran interpretadas.

La tonada: testimonio de dolores.

La tonada es otro género musical chileno por excelencia. A continuación revisaremos una experiencia de vida donde veremos cómo, gracias a la performance de una tonada permite a una mujer manifestarse y dos ejemplos de textos de denuncia directa.

Para que fue tanto empeño:

Llegó su edad de merecer y tuvo un pretendiente. Aquel hombre le gustaba mucho a sus padres, pero no a ella. Se lo llevaron para que se conocieran y ella le cantó una tonada:

      Para que fue tanto empeño
      De andarme solicitando
      Yo no hago juicio de vos
      De balde me andai rogando

El se ofendió y no volvió nunca más. Más tarde apareció otro pretendiente. Éste sí era del gusto de doña María, pero su familia no se lo quería (Loyola, 2007: 42).

En este relato sobre una instancia de la vida de la cantora María Concepción Toledo de Rari, entregado por Margot Loyola en el libro “La Tonada: Testimonios para el futuro”, podemos notar como, gracias a la tonada la cantora se salva de ser casada a la fuerza, antigua tradición que en algunas partes del mundo aún se mantiene. La tonada le permite a esta mujer campesina, joven, evitar su matrimonio gracias al repertorio aprendido mediante la tradición oral, como ella misma le relata a Margot: “Yo escuchaba calladita y después, sentada en una piedra, afinaba la guitarra de mi mamita y empezaba a buscar los tonos” (Loyola, 2007:41). Este repertorio que la cantora aprendió de niña, lo reinterpreta y reinventa para así poder decir aquello que de otra manera no podría haber manifestado.

El rico y el pobre:

No existía en su canto ni un asomo de alegría. El dolor había sido implacable en ella
-“Ahora recuerdo una cancioncita larga”- me dijo, para referirse a una tonada en décimas que tenía elementos líricos de la tradición del canto a lo pueta, como la redondilla o versos reiterados que remataban las estrofas o pies de su canto.

      I
      Si un rico llega a una casa
      Luego le muestran la silla
      Lo tratan sin repunancia
      Too los viejos y niñas
      Del ver esa maravilla
      En un pobre juera espanto
      Al rico no lo levanto
      Lo adoran con mil amores
      Y dice el pobre aburrío:
      “¡Quién mereciera otro tanto!”.

II
El rico se apropociona
Y en mesa de cumplimiento
Mesa, cuchilla y cubierto
Y comía e’ güen plato
Todos adoran en él
Como adoran en un santo.
Y en vista ‘e lo demá
Y en un encrecío encanto
Y dice el pobre aburrido:
“¡Quién mereciera otro tanto!”.

Hasta ahí llegó su canto, porque se olvidó de las dos décimas restantes y la despedida (Loyola, 2007: 45-46).

En esta tonada podemos notar una queja inmensa y el reflejo de la vida de la cantora que le entrega estos versos a Margot. En ésta tonada, el sujeto subalterno nuevamente deja en claro las diferencias entre clases sociales, resaltando como queja la frase “Quién mereciera otro tanto”. Esta tonada, la forma de cantarla e interpretarla, nos demuestran que es un repertorio aprendido durante generaciones y que ha permitido la expresión de una queja constante en el pueblo, en los sujetos subalternos.

El Creito:

El Creito que me robaste 
A ‘onde me lo tenís 
Al campo me lo botaste 
Para que hablaran mí 

La que se ponga a querer 
No diga que es alegría 
No hay pena y grabia más grande 
Que verse al mundo perdida 

Soy evada de una pena 
No sé en lo que iré a parar 
Si habré nacido dichosa 
O habré nacido fatal”. 

Tonada cuyo toquido y canto aplastado escriben en la memoria de cantoras populares de la zona del Maule el derecho “a pernada” y las vejaciones por parte de los señores hacendados, práctica que demuestra el carácter feudal del contexto en el cual manejaban estas cantoras. Los dueños abusan del pueblo, y esta tonada de forma no tan confrontacional como ejemplos anteriores, sino de manera más bien implícita representa un reclamo ante las vejaciones sufridas por el sujeto subalterno por parte de los grupos dominantes. Aquí hay otro ejemplo en el que los sujetos subalternos escriben su historia mediante la performática.  En el caso de esta tonada el “creito” o credibilidad de la persona se ve “botada al campo”, en otras palabras, ha perdido su credibilidad ante la comunidad, o ante la “moralidad”, por parte de un segundo, para que el resto hable del primero, el dueño o dueña del “creito”. Ésta tonada es de la misma época que el ejemplo anterior, y ha sido transmitida de generación en generación. Fue registrada por Margot Loyola a la cantora Marta Salinas Sepúlveda en Nahueltoro, en 1955 (Loyola, 2007:187; Loyola, 2010). Según antecedentes entregados por el dúo Los Dos Maulinos, conformado por Miguel Molina y Mauricio Vega, hoy tiene gran difusión en la zona del Maule, donde ellos han realizado trabajo de terreno y han encontrado tres versiones de esta tonada, en que todas coinciden en el dolor con que es cantada.


Coplas de carnaval: el sujeto subalterno y su escritura en el norte grande.

Dentro de la música tradicional chilena encontramos las coplas de carnaval, excelentemente descritas por Álvarez & Grebe (1974). Pertenecientes a distintos lugares del norte, como Socoroma y San Pedro de Atacama, de donde provienen los ejemplos que revisaremos, se cantan en los carnavales, momento en el cual, los cantores se sienten libres de lanzar “coplas”, que en estricto rigor son versos de distinta métrica a la copla octosilábica con rima en el segundo y cuarto verso; en las cuales interpelan a las distintas autoridades del lugar. En los ejemplos que veremos, las interpelaciones son directamente a los sacerdotes de las localidades.

El primer ejemplo, me fue entregado por doña Aída Coca, oriunda de San Pedro de Atacama, quien en una reunión junto con Margot Loyola, Osvaldo Cádiz y Rolando Coca (hijo de Aída), en el año 2015, recordó y canto para nosotros esta copla que preparó para un carnaval algunos años antes:

            El cura Ricardo
            Güeno pa’ la plata
            Arrienda que arrienda
            La plata se gasta.

En diciembre del año 2016, pude asistir a una comida en recuerdo a doña Aída en su primer cumpleaños de muerte. Allí, distintos cantores de la zona me comentaban la valentía de doña Aída, quien también en otra ocasión había interpelado al alcalde, y me cantaron nuevamente la copla del cura Ricardo, lo que me demostró que estaba ya adoptada por la comunidad de cantores de coplas. Si bien, aquí el autor está claro, la melodía de “ayayay”, su acompañamiento con caja chayera, y la instancia en que fue cantada, responden a una performática tradicionalizada, que se va reinventando año a año en el carnaval y que corresponde al repertorio folklórico de la zona. Podemos notar, que la instancia de enunciación y canto de estas coplas, permite al sujeto subalterno no solo realizar sus quejas, sino que además le da la oportunidad de realizarla delante de los poderes hegemónicos, en una instancia en donde no pueden ser censurados u oprimidos.

La segunda copla, la entrega don Rodomiro Huanca en su libro “Carnaval de Socoroma: Armemos la rueda con formalidad… que dirá la gente somos para nada” (2016). Esta copla está presentada entre muchas otras tradicionales en el canto “Jacha Anata” o “Carnaval Grande” (Huanca, 2016).

            La nube del cielo
            No quiere llover
            Porque el tata cura
           Tiene tres mujeres (Huanca, 2016: 22; hemos ajustado la estructura de los versos como estrofa, ya que el autor los presenta en una sola línea por temas de espacio).

Podemos notar que la temática de denunciar a los sacerdotes o curas, está arraigada en las Coplas de Carnaval, y que se ha constituido, en Socoroma, parte de un repertorio tanto a nivel melódico, instrumental, textual y en suma performático, pues en el contexto del carnaval hay muchas cosas que están permitidas, todas dentro de una sacralidad o de un tiempo sacro, en donde se revisa todo lo ocurrido en el año (Huanca, 2016), pudiendo hacerse denuncias,  reclamos o contando anécdotas jocosas.


V.                   Desvaríos y conclusiones.


Comenzaré por un desvarío, que me ha hecho reflexionar en torno a la contingencia de la cueca en la actualidad, en su devenir de campeonato y de la cueca sola. A propósito, hace un par de años escribí, para el 11 de septiembre la siguiente publicación:


Reflexión del día: hay que saber cuál es el significado y cuál es la historia de lo que uno baila...

Hoy dentro de los caminos diarios, vi bailar cueca sola, pero con un estilo de campeonato desde los pasos hasta el uso del pañuelo "como si se pasaran la esponja"...

La cueca sola es expresión de dolor, surge a modo de manifestación y está directamente relacionada con los detenidos desaparecidos, la expresión corporal de las mujeres que la bailan (y de algunos hombres que últimamente han formado parte del movimiento), refleja dolor, nostalgia, a veces altivez, pero dice algo... Es, bajo mi punto de vista, una cueca muy ritualística con la cual se trae al presente a aquellos que forzadamente ya no están con nosotros...

Por otra parte, la cueca de campeonato es sumamente impersonal (discúlpenme los competidores que puedo tener    agregados), pero es una cueca por bonitura, porque se vea lindo, y que cumpla con el gusto de los jueces... Por lo demás, la cueca de campeonato se instaura como parte de un programa de "chilenización" en el marco de la dictadura, y le guste a quien le guste, sigue siendo reflejo de imposiciones "estéticas del campo chileno" hasta el día de hoy...

He ahí porqué me choqueó ver esa cueca en particular, son dos estilos contradictorios, totalmente, tanto en su historia como en su significado y me resulta, y esto desde mi juicio totalmente personal, horrorosa esa mezcla, por eso en lugar de quedarme a ver más, preferí darme la vuelta y restarme, para pasar la impresión... Amiga que bailaste esa cueca, si llegas a leer esto, tienes que saber que tienes mi respeto por atreverte a bailar la cueca sola, pero también te invito a repensar y resignificar tu cueca y, tal vez, sentirla un poco más en ese sentido ritual que le dieron aquellas mujeres que bailaron esta cueca como homenaje a sus difuntos... (Post original disponible en: https://www.facebook.com/caesleji/posts/1428012767313600)



La cueca sola es sin duda una manifestación subversiva que responde a la política de la dictadura, que le da carta de nacionalidad a la cueca en el año 1979 (Loyola, 2010). La cueca de campeonato surge en una época donde se buscó chilenizar Chile, desde Arica a Magallanes bajo un solo estilo de cueca que reprimía las distintas variantes y que homogenizaba la danza, haciendo que dejase de ser expresión de vida y sentimiento, y convirtiéndola en una danza sumamente estructurada que ha conllevado a que las generaciones actuales digan “no me gusta bailar cueca, porque no me siento libre”, y que es lo que ha llevado al auge la cueca brava o chora, pues se presenta como un estilo de cueca mucho más libre, aunque actualmente también podemos ver campeonatos de cueca brava o chora. En ese contexto represivo, tomando una manifestación que según muchos gustaba al dictador, Gala Torres escribe una cueca para las mujeres del colectivo de cueca sola en el cual participaba. El texto de la cueca es desgarrador, cargado de sentimiento y dolor:


          En un tiempo fui dichosa
          Me pregunto constante
          Y tú no vienes, mi alma
         Sin ti, prenda querida

          Apacibles eran mis días
          Mas llegó la desventura
          Perdí lo que más quería.

          Dónde te tienen
          Y nadie me responde
          Y tú no vienes.

          Larga es la ausencia
          Y por toda la tierra
          Pido clemencia.

         Triste es la vida.




Esta cueca era bailada, en un inicio, por una mujer sola quien realizaba las distintas evoluciones de la cueca. Tal fue el impacto de esta manifestación del dolor de estas mujeres que perdieron a sus seres queridos, que el artista británico Sting a escribir la canción “They dance alone”, en cuya primera estrofa podemos leer y escuchar:

      They're dancing with the missing       Están bailando con los desaparecidos
      They're dancing with the dead            Están bailando con los muertos
      They dance with the invisible ones     Están bailando con los invisibles
      Their anguish is unsaid                        Su angustia no se dice
      They're dancing with their fathers       Están bailando con sus padres
      They're dancing with their sons           Están bailando con sus hijos
      They're dancing with their husbands   Están bailando con sus maridos
      They dance alone                                 Ellas bailan solas.


La performática de esta cueca tiene tal implicancia dentro de la sociedad chilena, que es incluida dentro de la campaña por el No, en el plebiscito de 1989 para decidir si el “gobierno militar” continuaba o no, e incluso, es ejecutada en un acto en el Estadio Nacional, lugar que sirvió de centro de tortura en el año 1973, en homenaje al candidato a la presidencia Patricio Aylwin. Hasta el día de hoy esta cueca se ejecuta cada 11 de septiembre, fecha en que se conmemora el golpe de estado de 1973, cargada de significado por los miembros del colectivo, desarrollándose en un tiempo ritual, que transforma el espacio en un espacio ritual también. La cueca sola, es el mejor ejemplo de como la performance le entrega voz a los sujetos subalternos, en este caso, las sujetas subalternas, dejándola inscrita dentro de la memoria, dejando un mensaje al pueblo chileno, que a 46 años de aquél golpe de estado, nos sigue recordando a los ausentes, y los dolores de la subalternidad chilena de la época. Hoy, bailamos por los abuelos, por los padres y por los tíos, por aquellos sin descendencia, no como surgió originalmente, cuando se bailaba por los esposos, hijos, hermanos y padres, lo que implica una reinvención de esta performance a través del tiempo.


Comienzo ahora con otro desvarío. El último tiempo he podido visitar Temuco bastante seguido, capital de la Araucanía, ciudad con mayor cantidad de habitantes mapuches. Toda la ciudad está llena de símbolos mapuches, en las plazas con símbolos hechos con las baldosas de los pisos, en la plaza central, con una escultura donde vemos a una machi con kultrún en alto. La iglesia de Temuco tiene sus puertas llenas de tallados con simbología mapuche. El nuevo mercado vende representaciones de este pueblo mediante barbies u otras muñecas afines, vestidas a la usanza de las mujeres mapuches; encontramos instrumentos, banderas, artesanías, pero no vemos mapuches. Lo que me lleva a preguntarme: ¿Dónde están los mapuches?, y me respondo, “Invisibilizados, negados, reprimidos, asesinados (no debemos olvidar el caso de Catrillanca y tantos otros), dominados y transformados en parte del paisaje postal, mas no parte de la ciudadanía”. La primera vez que visité Temuco fue hace ya 10 años, por aquél entonces, en las calles uno veía a mujeres con todo su vestuario tradicional mapuche, vendiendo distintos productos, casi siempre frutas, verduras y hierbas medicinales. El mercado antiguo también estaba lleno de símbolos mapuches, aunque con muchos elementos de la “cultura huasa”, mostrando una hibridación cultural que uno podía observar, oler y degustar, puesto que junto con los puestos de artesanías, habían concinerías donde uno podía “hincarle el diente” a alguna preparación tradicional, “criolla o mapuche”. A 10 años de aquello, en las calles uno se encuentra con migrantes vendiendo los productos que antaño vendían aquellas mujeres, que me parecían hermosas con sus pañuelos en el pelo, sus Iguillas o rebosos, sus joyas y aquellos delantales floreados, sus fajas realizadas en el telar… Cada vez se ven menos personas vestidas así.

En el verano, conversando con una mujer de avanzada edad que andaba con todos sus atavíos, me dice: “es que la juventud se avergüenza, contratan negritos para que vendan porque no quieren que las vean vendiendo, y mucho menos vestidas como yo”. Esto me hizo pensar en cuán colonizado está el imaginario de los habitantes de Temuco que ocurre eso. En otra ocasión, me acerqué a un caballero que vendía “tambores”, le pregunté “¿A cuánto el caquekultrún?”, él me miró sorprendido, sonrío y conversamos, venía de Freire, él los confeccionaba como recordaba que lo hacían sus abuelos, y me dijo: “a los turistas que no saben lo que es, se los vendo en 15 lucas (15.000 clp), pero pa’ usted se lo dejo en 8, porque nadie nunca me había preguntado por el precio del caquekultrún diciendo su nombre”, conversamos un rato más sobre cómo los confeccionaba, luego el siguió su camino y yo el mío, agradecido de aquella conversación. Así fue como llegué a la conclusión de que existen dos Araucanías, aquella para el turista, y la otra donde los mapuches siguen viviendo en sus comunidades, manteniendo sus tradiciones, manteniendo su lengua, pero ocultos del poder que rige la región, puesto que son reprimidos y maltratados, y en la prensa internacional podemos encontrar muchas referencias a esto, mientras que en la prensa nacional poco y nada sabemos de las injusticias de ese sector llamado “Araucanía”. Es la performance de ser mapuche, de vestirse como mapuche lo que les permite ejercer cierta resistencia a las imposiciones de los poderes hegemónicos, a pesar de que hoy en día muchos han abandonado aquellas vestimentas.


Para ir concluyendo, podemos decir que el sujeto subalterno tiene voz y que la ha dejado escrita en distintos elementos del folklore y la performance. Si bien, es gracias a la performance donde más ejemplos podemos encontrar, entendiendo el canto y la danza como herramientas de la performance en instancias tanto escénicas como fuera del escenario; podemos decir que el folklore también guarda el habla subalterna. Para el poder hegemónico, el sujeto subalterno ideal es ciego, mudo y desmemoriado, al servicio siempre del poder, tanto a nivel epistémico como a nivel material, sin embargo, el verdadero sujeto subalterno escribe su historia en la intrahistoria, con herramientas que escapan a las lógicas archivísticas impuestas por la hegemonía que escribe la historia en el papel. La memoria de los sujetos subalternos se ha mantenido a lo largo del tiempo gracias a la tradición oral, al folklore y sus manifestaciones. Sin embargo, este campo también se ha visto amenazado por la hegemonía, imponiendo un ideal de folklore que muchas veces se aleja de la realidad. Llegando a punto de que sus cultores me han señalado en más de una oportunidad: “Yo no hago folklore, eso es bonito, sale en la tele y en los teatros, lo mío no es folklore, lo mío es tradicional, tal vez, pero no folklore, porque eso es estático, y lo mantienen siempre igual los folkloristas”.

Debido a la importancia, que desde este punto de vista tiene el folklore, es que llamo a todos mis colegas folkloristas y folklorólogos, a estudiar en profundidad, observar con mucha atención, entender a los sujetos que portan las manifestaciones performáticas que estudiamos por sobre el objeto en sí, o sea, antes de la danza y el canto, hay un hombre o una mujer, que siente, que vive, que siente alegría y también dolor, y es desde esas alegrías y dolores que constituyen sus repertorios, que muchos de nosotros llevamos al escenario, y a veces sin tomarle el peso. Termino este escrito con una frase de Margot Loyola, al hablar de doña Juana Chavez, cantora de Linares que supo más de penas que de alegrías: “Y recordando estos versitos de una tonada, Juanita sonrió. Así es el pobre, cuando no tiene pan, con una migaja se conforma” (Loyola, 2007: 49). La voz de doña Juanita ya no se escucha, pero su repertorio aún es recordado por su familia, y saben que en esos versos está la voz de su madre, y de tantas otras mujeres que se hicieron cargo de aquel patrimonio, que debiésemos llamar matrimonio por ser las mujeres sus principales portadoras, y que para pasar las penas e injusticias, preferían cantar.

VI.                    Referencias

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Vega, C. (1997). Mesomúsica, un ensayo sobre la música de todos. Revista Musical Chilena, 52 (188), pp. 75-96. 


[1] Revisión, aumento y orden del material preparado por Camila Figueroa Quintana y Camilo Leiva Jiménez para un seminario titulado “¿Puede hablar el sujeto subalterno?”, en el marco de la cátedra de Teoría Antropológica IV, en la Universidad Alberto Hurtado, el año 2018. En dicha oportunidad, el seminario fue presentado exclusivamente por vía oral, por lo que este documento está basado en los apuntes realizados para dicha evaluación, aunque ha sido modificado para acercarlo más a los temas de interés de nuestro blog.  

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